UNO, DOS, TRES.

 

UNO.

 

Lo vi por primer vez hace dos días, el veintiuno de diciembre, mientras caminaba por el paseo marítimo de Villajoyosa.

 

Eran las ocho de la noche, la playa estaba vacía y él estaba sentado cerca de la orilla.

 

Era un niño de unos diez años de edad, delgado, bien parecido, con el pelo tirando a rubio y algo alborotado. Vestía un jersey blanco y un pantalón también blanco. Lo que más llamaba la atención es que miraba al mar con una quietud impropia de un niño de su edad, como si disfrutara contemplando el paisaje o, más aún, como si la contemplación del paisaje lo ayudara en sus reflexiones.

 

Al principio pensé que el niño estaría posando para uno foto o un vídeo, pero cerca de él no se venía a ningún adulto, y menos aún cámaras o gente grabando, sólo un niño en una actitud reflexiva y contemplativa. Con esa pose de niño-sabio recordaba al principito de Saint-Exupéry, o al fantasma de la navidades futuras de Charles Dickens.

 

Una voz de mi mujer me sacó de mi ensimismamiento y volvimos a casa.

 

Ayer volví a ver al niño en el mismo sitio, a la misma hora, con el mismo traje y la misma actitud contemplativa. La escena ya alcanzaba tintes surrealistas propios de una película de Fellini porque llovía, no de forma copiosa pero sí constante, y el niño no movió una ceja durante los cinco minutos que estuve observándolo.

 

Hoy he vuelto a verlo, otra vez a las ocho de la noche, y me he acercado a hablar con él ¿En qué pensará mientras contempla el mar? ¿Querrá compartirlo? Al fin y al cabo, la Navidad es tiempo de misterios.

 

- Buenas noches ¿Te dice algo el mar?

 

- Sí, que no hable con desconocidos, y menos aún si son adultos y no llevan mascarilla.

 

- Me cago en Saint-Exúpery, en Charles Dickens, en Fellini y en el realismo mágico.

 

- ¿Cómo dices?

 

- Nada, que parece que va a quedar muy buena noche.

 

DOS

 

Mi marido cada día está más en Babia. Hace dos días, a eso de las ocho de la noche, íbamos por el paseo marítimo cuando de repente para y se queda mirando a la playa. Sigo su mirada perdida y veo a un niño vestido de blanco sentado en la orilla del mar. Pasado un minuto que se me hizo eterno oigo un chamullo a mi lado.

 

- ¿Tú crees que busca respuestas?

 

- Respuestas o un Pokemon, yo que sé, vamos a casa que tus hijos sí que me estarán buscando para que les haga la cena.

 

Ayer, en el mismo sitio y a la misma hora, más de lo mismo. Llovía, no mucho pero ya empezaba a calar, y el niño, al que probablemente falte un hervor, estaba otra vez sentadito en la orilla y mirando el mar. Mi marido se quedó observándolo como si hubiera visto al pequeño saltamontes. Me refugié en un soportal y ahí se quedaron los dos como estatuas, un bobo mojándose mientras miraba el mar y el otro, aún peor, mojándose por mirar al que miraba.

 

También hoy estaba en la orilla el jodío niño. Mi marido acelera el paso y baja a la playa.

 

- ¿Dónde se supone que vas?

 

- Yo también busco respuestas.

 

- Pues no sé qué respuesta habrá encontrado, pero a los dos minutos volvía al paseo con la cara roja como un tomate y chamullando algo de que la culpa es de cuento de Navidad, de Fellini, del realismo mágico, de Ingmar Bergman y de la madre que los parió a todos.

 

Si le hubiera hecho caso a mi madre ...

 

TRES.

 

Menudo bodrio de vacaciones de Navidad estoy pasando en este pueblucho. Mis padres se han creído el rollo ese de que la tablet y el móvil me aíslan del mundo y sólo me los dejan por la mañana. Si creen que así van a conseguir que juegue con los calilos del pueblo van de culo.

 

Para demostrarles que estoy más aburrido que una mona y les remuerda la conciencia pienso bajar todas las tardes y quedarme sentado mano sobre mano mirando el puñetero mar. Sé que no me quitan ojo desde la terraza del apartamento. Ayer por la noche ya escuché a papá decirle a mamá que para que estuviera así era preferible darme la tablet. Mamá es más dura, pero al final cederá. Lo de seguir sentado como un pasmarote mientras llovía fue un acierto.

 

Hoy ha pasado algo extraño. Estaba yo a lo mío cuando de repente escuché pasos de alguien acercándose, me giré pensando que era papá con la tablet y vi a un señor con cara de empanado que me saluda y me pregunta si el mar me dice algo. En este pueblo no cabe un tonto más. Le solté un zasca, se puso rojo como un tomate, dijo no sé qué de un tal Fellini  y se fue por donde había venido hasta llegar a una señora que lo esperaba en el paseo con los brazos en jarra.

 

Qué ganas tengo de volver a Madrid.

 

Comentarios

  1. Hola José:

    Me ha gustado mucho tu historia. Siempre me han gustado ese tipo de relatos en los que una misma situación se describe desde distintos puntos de vista.

    Suerte en el concurso de Zenda, yo también participo con mi cuento:
    https://www.humoryalgomas.com/2020/12/zenda-cuento-de-navidad-2020.html

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  2. Al participar en el mismo concurso me estoy dando una vuelta por los relatos de los demás y, de momento, el tuyo, es el que más me ha gustado.
    Me he reído mucho 😊
    Te dejo el mío también, ¡¡mucha suerte!!
    https://loryzepam.tumblr.com/post/639376539800174592/el-castigo

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