UNO, DOS, TRES.

 

UNO.

 

- ¿Qué se supone que estáis haciendo aquí?

- Pues lo mismo que tú, repartir regalos.

- Vamos a ver si nos aclaramos, que creo yo que las reglas no son tan complicadas y habéis tenido ya unos cuantos siglos para aprenderlas. La madrugada del día veinticuatro de diciembre reparto yo los regalos, y la del cinco de enero los repartís vosotros, así que ya estáis cogiendo vuestros camellos y marchando por donde habéis venido, es decir, por Oriente.

- Ni de coña, nos hemos cansado de tu competencia desleal, el día cinco ya está todo el pescado vendido y no queda nada por repartir a los niños, siempre nos tenemos que conformar con las sobras, un estuchito modesto para clase, unos calcetines de tenis, el librito que nunca van a leer ...

- Vamos a ver, pelo Fanta, que nunca me acuerdo de si eres Melchor o Gaspar ... que no me cuentes tu vida, marcharos por la ventana, o por donde quiera que hayáis entrado, y dejad de dar la lata , que tengo mucho trabajo por delante. Además, si seguimos con este griterío vamos a despertar al niño, y no es una escena grata de ver.

- Baltasar, está visto que el gordo no atiende a razones, échalo a la puñetera calle y que se vaya a hacer anuncios para Coca Cola, que es lo que en realidad le gusta.

- ¡A MÍ LOS ELFOS!

- Déjate de faroles, que no cuela, estás más sólo que la una. Haz el favor de marcharte por las buenas antes de que Baltasar te lo explique por las malas.

- Me voy, pero esto no va a quedar así, recurriré pidiendo justicia.

- Si te esperas al día cinco igual te la llevamos nosotros.

- jijiji, qué malo que eres, Melchor.

 

                                                                             DOS.


Estimado San Pedro,

 

Por medio de la presente quiero denunciar unos hechos que, por su gravedad, podrían dar al traste con la Navidad tal y como la conocemos.

La madrugada del pasado día veinticuatro de diciembre entré sigilosamente por la chimenea de una casa y me encontré con la desagradable sorpresa de que el salón del hogar parecía un bazar persa. En la estancia, de dimensiones más bien pequeñas, estaban los tres Reyes Magos y sus tres camellos, y tal era el guirigay montado que sólo un milagro explica que los moradores de la vivienda no se hubieran despertado para contemplar atónitos la dantesca escena.

A pesar de lo violento de la situación supe mantener la calma, y en términos correctos y hasta amigables les trasladé que debían marchar ya que, como es sabido, está acordado que yo trabajo la madrugada del veinticuatro de diciembre y ellos lo hacen la del cinco de enero.

El Rey de pelo rojizo, que nunca recuerdo si es Melchor o Gaspar, me gritó que las reglas habían cambiado, que ahí no pintaba nada y que me fuera a hacer anuncios de Coca Cola, que es para lo único que sirvo.

Sabedor  de la importancia de la misión que me corresponde, me mantuve firme, y fue entonces cuando pasaron de las palabras a los hechos y el Rey Baltasar, azuzado por los otros dos, me cogió del pescuezo y me arrojó por la venta. Sólo la destreza de mis renos voladores, que supieron cogerme al vuelo, evitó una desgracia.

Solicito que conmine a los tres Reyes sublevados a volver al orden, con el apercibimiento de que, si no lo hacen, seré el único autorizado para repartir regalos a los niños, tanto la madrugada del veinticuatro de diciembre, como la del cinco de enero.

Sin otro particular y esperando justicia, me despido.

 

Fdo. Santa Claus.

  

TRES.


Estimado Santa Claus.

En tu escrito partes de planteamientos incorrectos, lo que, inevitablemente, te hace llegar a conclusiones equivocadas.

El reparto que en su día se hizo entre sus Majestades los Reyes de Oriente y tú no fue tanto temporal (para ti la madrugada del día veinticuatro de diciembre, para ellos la del cinco de enero), como geográfico, correspondiéndote a ti los países escandinavos y anglosajones y a sus Majestades los países de tradición católica, fundamentalmente, pero no exclusivamente, Sudamérica y la Europa Mediterránea.

De forma más hábil que honesta conseguiste convertirte en un icono de la cultura Norteamericana, y tu presencia empezó a ser constante en películas, series de televisión, carteles, anuncios y envases de refrescos y cereales. No le falta razón a Gaspar cuando dice que en estos momentos eres poco más que un embajador de la Coca Cola. Esta presencia mediática, unida a la ventaja innegable de que  repartes casi dos semanas antes que los Reyes Magos, hizo que empezaras a desplazar a sus Majestades de territorios que nunca te han correspondido, lo que constituye a juicio de quien suscribe un comportamiento desleal del todo intolerable.

La reacción de los Reyes Magos de Oriente, descrita en tu reclamación, fue justa y proporcionada, yo incluso diría que necesaria, y si algún pero hay que ponerle es que ha sido tardía, aunque, como suele decirse, nunca es tarde si la dicha es buena.

En atención a lo expuesto, te conmino a que limites tus actuaciones a los territorios que tradicionalmente te han correspondido y liberes a los países de tradición católica de tus pijamas de color rojo y de tus molestos JO, JO, JO.

Sin otro particular y con mis mejores deseos para ti y tus elfos, me despido.

 

Fdo. San Pedro.

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